El subfusil "Naranjero" fue una de las armas reglamentarias del Ejército republicano.
Quedamos en que en esta colaboración hablaríamos de determinadas
anécdotas históricas. Pero, ¿cómo mencionar una única anécdota? ¿qué anécdota
elegir de un personaje cuya vida fue en sí una permanente anécdota, llena de
curiosidades y misterios que se confunden entre el mito y la realidad?
Renunciando a cualquier pretensión de ceñirnos estrictamente a la verdad,
porque en este personaje es imposible, vamos a adentrarnos levemente en la vida
y muerte una de las figuras mas denostadas, a la vez que alabadas y sin duda mitificadas
de la historia contemporánea española. Atracador de bancos, juzgado varias
veces, exiliado en Francia y Bélgica, desterrado a Fuerteventura, visceral,
pasional, impetuoso, vegetariano, mal orador … y en ocasiones, en muchas
ocasiones, imprudente. Una vida que no fue una vida, sino una auténtica novela.
Imaginemos por un momento la siguiente escena que nos va a
ayudar a definir al personaje:
Dos primos comparten habitación. Uno es un niño al que los
vecinos regalan una jaula con un periquito. El otro es un joven cuyas iniciales
ideas políticas derechistas están virando hacia posturas libertarias, gracias a
la influencia de uno de sus tíos. A la mañana siguiente el pájaro ha
desaparecido, y al niño solo le queda una triste jaula vacía. El joven, al que
no le gustaban los animales enjaulados, había decidido liberar al pájaro.
Este joven morirá años después en extrañas circunstancias a
los 39 años de edad. Cuando su médico de cabecera, el doctor Santamaría,
entrega por toda herencia a su mujer, Emilianne, una vieja maleta, dentro solo
encuentra un cinturón con una Colt del 45, una gorra, unos prismáticos, dicen
que una muda sucia y, lo mas interesante, una vieja chamarra con un pequeño agujero que
a su alrededor ha quemado el tejido, dejándolo ennegrecido. Esta chamarra será
el testimonio, ocultado durante decenas de años por los sectores anarquistas,
de que nuestro personaje, Buenaventura Durruti, no murió en combate, como se
apresuró a decir la propaganda de la CNT y del propio gobierno republicano para
evitar la desmoralización de las milicias anarquistas, sino que murió de un
disparo a quemarropa cuando iba a subir a su coche. En el imaginario popular
quedó, y sigue quedando, el ideal del campesino, jornalero, del revolucionario
anarquista honesto y honrado, del hombre coherente, que murió como un héroe
defendiendo sus ideales en combate. Pero, sin embargo, la realidad de su muerte
fue otra, mucho mas insignificante, mucho mas mundana, mucho mas cerca de las
pequeñeces de los hombres, que de las heroicidades de los mitos.
Continuemos con nuestra historia, con nuestra anécdota
histórica, con ese instante fugaz que dura un segundo y que tendrá unas
consecuencias fatales tanto en el desarrollo de la guerra, como, especialmente,
en ese anarquismo español que hasta la muerte de Durruti, era mayoritario y
casi absoluto dentro del movimiento obrero español. No olvidemos a este
respecto que la CNT, antes de la guerra, solo en Cataluña tenía 1 millón de
afiliados, y que, contra lo comúnmente pensado y hábilmente difundido por el
franquismo, el comunismo respecto al anarquismo en España, fue insignificante
antes, durante y después de la guerra.
Noviembre de 1936. Madrid está asediada. En el frente de
Moncloa, las milicias anarquistas no son capaces de contener el empuje de los
furiosos asaltos de los soldados franquistas del Tercio. Mientras tanto, el
frente de Aragón está inactivo y estabilizado. Ante la zozobra de la capital de
la República, Federica Montseny,
ministra de la CNT del gobierno de Fª Largo Caballero, pide encarecidamente a
Buenaventura Durruti que se traslade de Aragón hasta Madrid con su famosa
columna. El gobierno de la República ya se ha trasladado a Valencia, y la sola
presencia de Durruti sería una inyección de moral para las tropas. Durruti se
niega en redondo, considera que su columna será mas útil en el frente aragonés.
Frente de Moncloa. Tanque capturado. Fuente: Ministerio de Cultura (Archivo "Rojo")
Pero, finalmente, a regañadientes, accede a desplazarse a
Madrid. Una pequeña parte de la columna Durruti está combatiendo en el frente de ciudad
universitaria. La fuerza y los ataques de los soldados franquistas llegados de
Marruecos, provoca el intento de deserción de muchos combatientes. Uno de los
superiores, desesperado, manda llamar urgentemente a Durruti, que en ese
momento estaba alojado en un chalé de la calle Miguel Ángel. Durruti manda
sacar el Packard, y junto a Julio Graves y el sargento Manzano se dirigen al
frente. Delante va otro coche, que a unos 50 metros les va abriendo paso. Según
cuenta el chófer del coche que va delante, en un determinado momento el coche de
Durruti desemboca en la avenida Reina Victoria y se detiene cerca del hospital
clínico, y , pese a la presencia de francotiradores fascistas en las
inmediaciones, Durruti y Manzano descienden del vehículo. ¿el motivo? Al
parecer se encuentran con un grupo de milicianos de caras abatidas que
abandonan el frente, aunque otras fuentes afirman que lo que hace que Durruti
baje del vehículo es un grupo de milicianos arrancando las vías del tren para
hacer fuego. Sea como fuera, lo cierto es que Durruti desciende y reprende a los
milicianos, que contrariados por la reprimenda dan media vuelta y regresan a
las trincheras. Durruti y Manzano se giran, y al subir al coche, se oye un
disparo. Uno de los hombres cae al suelo. El otro, rápidamente lo coge y lo
introduce en el vehículo. El coche da inmediatamente la vuelta y acelera a toda
velocidad en sentido contrario.
El coche se dirige al Hotel Ritz, reconvertido entonces en
hospital de campaña, donde Durruti acabará muriendo ese mismo 20 de noviembre
de 1936. Una bala le había perforado el tórax. La causa oficial de su muerte
fue un disparo realizado desde el hospital Clínico por los francotiradores
franquistas. Acababa de nacer el mito. Su funeral en Barcelona fue el acto
civil mas multitudinario de la guerra. La propaganda republicana se apresuró a
difundir la versión oficial de su muerte: el gran Durruti muere asesinado por
las balas fascistas en acto de combate. La verdad no era importante. Lo
importante de veras era cohesionar al ejército y a las milicias en torno al
mito.
Cadáver de Durruti con la herida mortal en el costado
Sin embargo, como tantas veces ocurre en la historia, la
versión oficial hace aguas por todos lados. En el mismo funeral de Durruti, el
presidente de la Generalitat, Compays, y tal como recoge la Vanguardia, ya
habla de que le dispararon por la espalda.
Para empezar, la herida tenía orificio de salida, algo
tremendamente inusual cuando el disparo está realizado a larga distancia,
además, la chamarra presentaba alrededor del orifico de entrada restos de
pólvora, con lo que se deduce que el disparo debió de realizarse como mucho a
medio metro: ¿qué ocurrió en realidad? Una cosa está clara, no fue un
francotirador franquista, y si el disparo fue a quemarropa, el único que bajo
del coche junto a Durruti fue el Sargento Manzano.
Últimas imágenes de Durruti pocas horas antes de morir grabadas por una televisión soviética
El sargento Manzano vivió hasta los setenta, y siempre
mantuvo la versión oficial, negando que él disparase contra Durruti, aunque
siempre se le ha acusado. Está bastante consensuado que Manzano, pese a
declararse reiteradamente anarquista, era mirado con sospechas por muchos, que
siempre afirmaron que era comunista. ¿Fue la muerte de Durruti un crimen
político dentro de esa guerra que se libraba dentro de la propia guerra entre
comunistas y anarquistas por hacerse con el control del poder republicano?
Funeral de Durruti en Barcelona
Pero podría haber ocurrido otra cosa. ¿Y si la muerte de
Durruti hubiera sido un accidente? Un hecho aislado y fugaz fruto de la
casualidad o de la mala fortuna.
El arma reglamentaria de las milicias era el sub-fusil
metrallador conocido como “Naranjero”. Esta arma de guerra era conocida y
temida por los propios portadores por su inestabilidad, lo que hacia que se
disparara accidentalmente con mucha frecuencia. La culpa, en concreto, era de
un muelle recuperador del naranjero de escasa calidad.
Al día siguiente de la muerte de Durruti, el propio Manzano
le dijo a Juan García Oliver, tal y como este recoge en sus memorias, que, al
entrar al coche, Durruti resbaló, el naranjero golpeó con la culata el suelo y
el arma se disparó accidentalmente, hiriéndole de muerte.
Lo cierto es que todos los que conocieron a Durruti afirman
que jamás le vieron con un naranjero, y que por toda arma portaba una pistola
al cinto.
Jamás sabremos que ocurrió en realidad, quizá la clave pueda
encontrase en algún oscuro sótano de los archivos soviéticos … o no.
Lo que es cierto es que su muerte supuso el nacimiento del
mito de Durruti … y también del mito del muelle del naranjero.
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