Escultura de Constantino en el Museo del Prado
Gamaliel, Teudas, el
“samaritano”, Judas el Galileo, Moisés de Creta, Simón el mago, Joni el
trazador de círculos, y así podríamos estar un largo rato hasta nombrar a los
160 que completan esta larga lista. Lo normal es que entre estos 160 nombres no
reconociéramos a 159, de los que jamás hubiéramos oído hablar. Sin embargo,
también lo normal, es que hubiera un nombre de esta lista que fuera reconocido
inmediatamente por casi todos los habitantes que habitan el planeta.
¿Qué tenían estos 160 hombres en
común que ha llevado a los historiadores a incluirlos en este selecto club?
Todos habitaban la zona sirio-palestina entre los siglos I y III, y lo que es
mas relevante, todos ellos sin excepción, se autoproclamaron como el profeta,
el verdadero mesías que Dios prometió enviar al pueblo de Israel. En común
también tenían que todos iban recorriendo los caminos y poblados de Judea,
habitualmente con aspecto andrajoso y menesteroso, predicando el fin del mundo
y rodeados de sus seguidores. Y entre todos ellos, un nombre: JESÚS EL CRISTO.
Hay miles de preguntas sin
respuestas en su figura, pero hoy no vamos a hablar de su aspectos teológicos o
espirituales. Nada de religión. Vamos a adentrarnos en el que para mi es la
gran cumbre de este momento histórico y vamos a tratar de responder a la
pregunta mas difícil: ¿Por qué si Jesús solo era uno mas entre esos 160 falsos
profetas, fue precisamente él, y sus postulados, los que acabaron triunfando?
¿Por qué no otro, como Simón el mago, del que hay algunos hechos milagrosos inexplicables?
Representación de Simón el Mago, que acabó siendo considerado un hereje
Además, para hacérselo mas
difícil aún, Jesús formaba parte de ese grupo de autoproclamados mesías que
predicaban el amor, la concordia, la compasión y la paz, es decir, justo el
perfil del mesías que rechazaban mayoritariamente los judíos, que lo que realmente esperaban era
que el mesías que enviara Dios fuera un líder belicoso, un caudillo militar que
les dirigiera en una revuelta contra los invasores romanos. Pese a todo, en
este ambiente militarizado y de ocupación, en el que el pueblo rechazaba a los
mesías pacifistas y blandos, Jesús el Cristo consiguió ser finalmente
considerado como el verdadero mesías y extender su creencia por todo el orbe.
¿Cómo pudo ser? ¿A qué se debió?
Hoy, como nos gusta hacer en
anécdotas de la historia vamos a adentrarnos en este misterio, y vamos a poner
el foco concretamente en dos sucesos, momentos fugaces y en apariencia
intrascendentes, que duraron apenas unos minutos o segundos, pero que sin duda
cambiaron la historia de la humanidad, porque provocaron el triunfo y la
expansión del cristianismo, de una creencia que no era nada y que, de repente,
debido a estos dos fogonazos, se convirtió en la religión universal del
mundo conocido. Estos hechos exiguos serán protagonizados por un hombre, por el
mismo hombre, un hombre aterrado, y no, no será Jesús.
Antes de lanzarnos a visualizar
esos dos instantes transcendentales, vamos a pasar nuestra mirada por la
situación social y política del momento.
Vamos a trasladarnos al siglo IV ¿qué estaba
pasando exactamente en ese comienzo de siglo IV en el convulso Imperio romano?
La religión cristiana había ganado adeptos, todavía pocos, se calcula que tan
solo el 2% de la población del imperio eran cristianos, pero sin embargo había
cobrado gran fuerza en las ciudades del imperio, donde muchos ciudadanos
romanos se habían convertido. De igual forma, dentro del propio ejército,
encontramos a un nutrido grupo de cristianos. Pero, como el cristianismo, había
otras muchas creencias practicadas por los romanos, entre ellas, y la mas
importante todavía, el viejo culto pagano de los romanos, que seguía siendo
mayoritario. En este contexto, el cristianismo en el siglo IV no pasaba de ser
una mas de las varias creencias. Pero, este siglo IV, determinará la expansión
definitiva del cristianismo, y todo se deberá a un soldado.
Para no aburriros, vamos a resumir
brevemente la historia política del momento en el Imperio romano, para que
conozcáis quién era realmente nuestro protagonista y por qué un simple soldado
salvó al cristianismo de su desaparición. El Imperio romano estaba sitiado, por
el Este los persas y por el Oeste los Bárbaros saqueaban las ciudades y
esclavizaban a las poblaciones. El emperador Diocleciano, ante esta
inestabilidad y para defender mejor el territorio había repartido el imperio
entre cuatro coemperadores. Para evitar que estos coemperadores se le
sublevaran había decidido acoger en su corte a los hijos de estos. Uno de esos
hijos acogido por Diocleciano es nuestro hombre, Constantino, hijo de
Constanzo, emperador de la Galia, la Britania y la Hispania. Constantino, al
enfermar Diocleciano, huye y se reúne con su padre. Al morir este en York, en
la Britania, en el año 306, las propias legiones de su padre le eligen como
sucesor, convirtiéndole en uno de los 4 emperadores romanos.
Como hemos dicho, este emperador,
Constantino, es nuestro protagonista de hoy, el mismo al que hoy en día
conocemos como Constantino el Grande, o, si eres católico y nos estás
escuchando, conocerás como San Constantino.
Pero, cuando Constantino se
convierte en uno de los 4 emperadores, ¿cómo era la relación entre el
cristianismo y el Imperio? Mala, muy mala. Hemos dicho que el cristianismo estaba
presente en el Imperio, pero el emperador Diocleciano había sido brutal en su
afán de destruirlos. En el 303 emite un edicto, que pasaría a la historia como
la “gran persecución”, en el que todo aquel que se declara cristiano
públicamente es ejecutado. Este edicto de Diocleciano fue, sin duda, el momento
en la historia en que mas cerca se estuvo de erradicar el cristianismo.
Pero volvamos a Constantino, y
preparémonos para vivir el primer momento que será determinante en la historia
del cristianismo. Siendo Constantino emperador de la Galia, el emperador
usurpador en Italia era Magencio, pagano devoto que basaba sus actos en la lectura
de las entrañas de los animales, como era habitual entre los romanos.
En el año 312, Constantino, al
que sus biógrafos coetáneos señalan como virtud principal la ambición
desmedida, decide que ser uno de los cuatro césares no es suficiente, y que
quiere convertirse en el único emperador del Imperio. Inicia una expedición
militar para enfrentarse a Magencio y acabar con el otro emperador,
conquistando Roma. Cruza los Alpes, y al acercarse a Roma se detiene cerca de Puente Milvio. Aquí se producirá una de
las batallas mas famosas de la antigüedad, ahora veréis porqué. Constantino estudia sus posibilidades
militares. La situación no es buena y comprueba que cuenta con muchos menos
hombres que Magencio. Y es aquí y en este momento, cuando va a producirse el
primer instante crucial en la historia del cristianismo. Mientras que Magencio
reza a los dioses paganos romanos, Constantino se deja aconsejar para que la
noche anterior a la batalla rece a algún Dios. Al día siguiente, mientras las
legiones ultiman los preparativos para entrar en combate, Constantino revisa el
campo de batalla desde la lejanía, cuando al alzar la vista hacia el cielo
despejado, bajo el sol …, tiene una visión profética…
El historiador Eusebio de Cesárea
afirma que Constantino explicó esta visión a sus hombres con estas palabras:
“Alrededor de medio día, cuando empezó a declinar el día, vi en los cielos, el signo de una cruz luminosa, que estaba por encima del sol, y que tenía una inscripción: IN HOC SIGNO VINCES (Con este signo, vencerás)”
Crismón cristiano hallado en catacumba
Lo que Constantino dijo ver era
un símbolo, una especie de cruz con una letra P superpuesta. Es decir, una x y
una p. Las dos primeras letras en griego del vocablo Cristo, QUI y RO. Ordenó
inmediatamente a todos sus hombres que pintaran estas dos letras en sus
escudos. Los soldados que profesaban el cristianismo se arrodillaron aturdidos
a orar, mientras que los demás, perplejos, obedecían al emperador y escribían
sus escudos.
Y os preguntaréis, ¿por qué este
hecho es tan importante?
Porque de esta forma, lo que
hubiera sido una de las muchas batallas internas del Imperio se transformó en
otra cosa: una batalla militar mas se convirtió en la 1º batalla religiosa de
la historia, que enfrentó a un ejército pagano contra un ejército cristiano.
El Puente Milvio era uno de los puentes sobre el Tíber que daba acceso a Roma
Pero no fue el hecho de luchar
bajo el signo de Cristo lo importante, sino el resultado de la batalla: la
batalla fue cruenta, y los testigos aseguran que los hombres de Constantino,
pese a ser inferiores en número, lucharon sin miedo a la muerte, masacrando a
las tropas de Magencio, que al cabo de las horas, salieron huyendo desbandados,
muriendo muchos de ellos ahogados, entre ellos el propio Magencio, al cruzar el
Tíber. Al presentarse la batalla como una batalla religiosa, el resultado era
la prueba para toda Roma de la supremacía de Cristo sobre los dioses paganos,
que la verdadera fe era la del Dios cristiano, y que los dioses paganos eran
falsos.
Esta batalla que acabamos de
recrear, es fundamental para entender cómo el cristianismo, en esos momentos
escaso, marginado, secreto y perseguido, comienza a ser contemplado con
benevolencia por la población, y es el punto de partida desde el que el
Emperador Constantino va a trazar su plan, el plan para utilizar el
cristianismo como base de su poder, e implantarlo progresivamente, hasta llegar
al otro momento culminante y definitivo al que nos vamos a acercar.
Después de la batalla, Constantino
entrará en Roma y será proclamado Augusto, unificando dos de las 4 partes del
imperio. Impondrá la Pax Romana e iniciará una política de tolerancia hacia el
cristianismo. Se ganará a toda la aristocracia romana, retomando los juegos,
construyendo infraestructuras, y, esto es lo mas curioso, siendo el líder de la
religión pagana como le correspondía como emperador, pese a que desde la
batalla de la visión podemos considerarle ya un converso.
Constantino, ya cristiano, representado a la manera oriental
Para no aburriros, deciros que en
estos años que pasan desde la batalla del 312 hasta ese instante decisivo que
vamos a observar de cerca en el 337, es decir, 25 años, el emperador
Constantino se dedicará a modificar el status legal de los cristianos, que
dejan de ser perseguidos, permitiéndoles actuar con libertad. Además, invierte
mucho dinero en construir grandes edificios para ellos, enormes basílicas donde
desarrollar su culto, hasta tal punto que incita y pide a muchos nobles romanos
que se conviertan a cambio de darles grandes riquezas. Uno de estos
aristócratas a los que Constantino tienta para que se convierta al
cristianismo, dejará escrito:
“Que me hagan Obispo de Roma, y me haré cristiano mañana”
Muchas veces se dice, sobre todo
desde ámbitos cristianos, que el cristianismo se impuso por una cuestión de fe,
de evangelización pacífica. Pero la realidad, como siempre tozuda, desmiente
este supuesto remanso de paz. La expansión del cristianismo la logra
Constantino gracias, en parte, a la inversión de mucho dinero, riquezas y posesiones que ofrece a los
aristócratas para que se conviertan, prácticamente sobornándoles, y gracias
también a una brutalidad sin igual que utilizó cuando lo necesito. No es el
espacio adecuado, pero contaros que, por motivos supuestamente religiosos,
sospechas de relaciones adúlteras, mató brutalmente a su hijo mayor y ordenó
acabar con su mujer, que fue asfixiada por orden suya. Estos crímenes contra
con su mujer y primogénito tendrán mucho que ver con ese momento de terror que
vivirá el emperador y que cambiara la vida del cristianismo.
Otro hito importante que vamos a
mencionar se producirá en el año 324, cuando derrota al emperador de oriente y
se convierte en emperador único del Imperio. En su nueva visión cristiana del
mundo, decide marginar a la Roma pagana y crear una nueva ciudad puramente
cristiana, la nueva capital del imperio y del cristianismo. Sobre la antigua
capital del imperio de oriente, Bizancio, construye la ciudad de Constantino;
Constantinopla, hoy Estambul.
La columna de Constantino es el único vestigio romano que queda en Estambul. La columna estaba coronada por una estatua del Emperador.
Y ahora sí, en el año 333, con 65
años, Constantino, viejo, débil, enfermo y sobre todo atormentado por todos los
crímenes cometidos en sus mas de 30 años de reinado, aterrado y desesperado ante
el destino que pudiera esperarle tras esa muerte que presentía cerca, reúne a
algunos obispos cristianos y les pide finalmente algo …
El deseo que pide el emperador y
que transformará para siempre el mundo conocido será … el bautismo. Bajo un
cielo plomizo, a la ribera de un río, podemos imaginar al séquito del emperador,
contemplando como este, vestido únicamente con una fina toga blanca, y
descalzo, acompañado de uno de los obispos, se interna en el río. Constantino
inclina el cuello hacia atrás mientras el obispo procede a verter agua sobre su
cabeza, consumando el bautismo.
Esta breve ceremonia, de tan solo
unos segundos, cambiará el destino del Imperio y de la nueva religión.
Recogiendo aquello que decía Nerón,
“Donde este el emperador, estará Roma”
de
la misma manera, al instante que sigue al bautismo de Constantino, el
cristianismo se convierte automáticamente en la religión oficial del Imperio, y
por tanto, de toda Europa.
El bautismo en el lecho de muerte
era muy común en los comienzos del cristianismo. ¿Por qué? En vez de estar
confesándose cada dos por tres, era preferible esperar al final de la vida y de
un solo plumazo, con el bautismo, borrar todos los pecados y pasar a la otra
vida limpio e inmaculado.
Sin este bautismo del emperador,
que convierte al cristianismo en la religión oficial del imperio, lo mas
probable, según coinciden los historiadores, es que el cristianismo hubiera
acabado aniquilado como una secta mas, desapareciendo sin dejar rastro.
Y para acabar, en la vida de Constantino, su visión en la batalla
primero, y su ulterior bautismo después, son los dos momentos esenciales que convirtieron
a Cristo en el verdadero mesías y al cristianismo en la base cultural del mundo
occidental.
Este artículo ha sido realizado a partir de la consulta de los siguientes documentos:
- El libro Historia de Roma, Francisco Bertolini
- El especial de SER historia sobre Santa Elena,
madre de Constantino
- El documental de canal historia: Yo César:
Constantino
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