La bahía de Algeciras y el Peñón de Gibraltar
Ya sabéis que, en Anécdotas de la
historia, muchas veces os pedimos que imaginéis, por eso de que solo contamos
con la voz. Pues bien, suponed que cogemos una piedra que encontramos en un
camino. Es una piedra gris, un canto rodado cualquiera, cuya parte superior
forma un pico. Ahora imaginad que esa piedra, manteniendo su forma, se
transforma y aumenta su tamaño hasta convertirse en una gran montaña. Sin
embargo, pese a convertirse en esa gran montaña, sigue manteniendo sus
cualidades, que son ninguna, es decir, ahora es una enorme mole de piedra
caliza que no tiene nada: no tiene minerales aprovechables, no tiene metales
preciosos, no tiene tierras fértiles para cultivos, no tiene pastos para la
ganadería, no tiene madera, por no tener, no tiene ni agua. En definitiva, no
tiene ningún valor.
Pero, ¡ay amigos!, esa enorme roca
gris, que vale cero, ha marcado de una manera irremediable la historia de
nuestro país durante los últimos 300 años: la historia política, diplomática,
las relaciones internacionales de nuestro país, han estado permanentemente
condicionadas por su presencia en nuestro territorio. Y diréis, y eso a mi qué
me importa. Pues importa, porque cada uno de vosotros, españolitos y
españolitas, ha tenido que sufrir las consecuencias de determinadas decisiones que
se han tomado en base a su presencia.
Esta roca que corona un itsmo
irrelevante ha marcado también sociológicamente a nuestro país. En momentos de
debilidad del estado, en momentos de crisis económicas, en momentos de recortes
a nuestros derechos, los políticos han sabido utilizar siempre esta roca para
azuzar nuestros sentimientos patrióticos y sepultar las reivindicaciones
ciudadanas. Siempre como peleles, los ciudadanos de este país hemos tragado en
cuanto se nos ha mencionado la dichosa roca, y nos hemos apresurado a sacar las
banderas a los balcones en vez de reflexionar sobre como se instrumentalizaba
el conflicto para cubrir con un velo los problemas reales de los ciudadanos.
Destacamentos militares, muros,
alambradas, fronteras, piratas, contrabandistas, espías, enfrentamientos, asedios,
aislamientos … hoy en anécdotas de la historia, la verdadera historia del
origen del conflicto del Peñón de Gibraltar.
Viñeta del cómic de Esteban Alcántara, Gibraltar, 1704, el último día
Primero, os aseguro que la conquista
del Peñón de Gibraltar y el por qué los británicos decidieron conquistarla os
va a sorprender, y mucho, porque no tiene nada de glorioso y si mucho de
mundano. En el imaginario popular, la toma de Gibraltar siempre se ha presentado,
como una batalla legendaria, y posteriormente, como una cruzada santa para
recuperar tierra sagrada. Nada mas lejos de la realidad.
En segundo lugar, y sin profundizar
mucho en el tema, contaros algo que mucha gente no conoce: un origen, tres
consecuencias: y es que Gibraltar es británico por el mismo motivo por el que
hoy nuestro jefe de estado es un borbón, es decir, un francés, y también es el
mismo motivo que da origen, y esto lo digo con matices, a ese movimiento
separatista catalán que aborrece o rechaza todo lo español. ¿Qué hecho
desencadena estas tres peculiaridades históricas que todavía hoy, 300 años
después, están tan presentes en nuestras vidas?: La guerra de sucesión. Muchas veces mencionamos la guerra civil
como si en nuestro país solo hubiera habido una, cuando en realidad nos hemos
estado matando entre nosotros varias veces a lo largo de los siglos, una de
ellas, en esta guerra de sucesión.
Y lo tercero, antes de comenzar con la
historia, vamos a repasar, a mí juicio las tres grandes mentiras históricas sobre
Gibraltar que desde hace años nos han metido a los españoles con fórceps en la
cabeza: que Gibraltar es español, que los ingleses nos lo robaron, y que en
Gibraltar viven realmente españoles, andaluces que saben chapurrear un poquito
de inglés.
Pero la verdad, es que el peñón de
Gibraltar no es español, asumámoslo, sino que es territorio inglés con todas
las consecuencias. No nos lo robaron, se lo dimos gustosamente aceptando un
contrato en el que también les entregamos Menorca, por cierto, y esto casi
nadie lo conoce, una isla esta, Menorca, que sería inglesa durante un siglo. Y
además, en Gibraltar no viven españoles, porque todos los españoles que allí
vivían, se marcharon como refugiados en cuanto Gibraltar pasó a manos inglesas,
dejándolo despoblado y perdiendo todo lo que tenían: sus tierras, sus casas,
sus bienes. Tan vacío quedó Gibraltar, que solo estaba habitado por la
guarnición militar inglesa, y los ingleses tuvieron que repoblarlo trayendo
habitantes de otras colonias. Todos los españoles que salieron y que
constituían el legítimo pueblo de Gibraltar, fundaron en 1710 un nuevo pueblo
cerca del que era el suyo: San Roque. Precisamente en San Roque, podemos ver un
mural hecho de azulejos en el que se lee:
Bienvenidos a la ciudad de San Roque, donde reside la de Gibraltar
Y bueno, después de estas
singularidades vamos, ahora sí, a adentrarnos en la forma curiosa en que se
produjo la conquista de Gibraltar dentro de esa guerra de sucesión que se
libraba en España, y que los ingleses aprovecharon hábilmente para cobrarse su
botín.
Carlos II, el último Austria
La guerra de sucesión estalla en 1700
cuando el rey español Carlos II, el hechizado, que no se llamaba así porque
tuviera poderes especiales, sino porque sufría alguna especie de deficiencia
mental, murió sin dejar descendencia. Prestamente, tanto la corona austriaca,
como la francesa, piden el trono de España : por un lado, el archiduque
austriaco Carlos, y por otra parte el nieto de Luis XIV de Francia, Felipe de
Anjou, de la casa borbónica y que finalmente vencerá en esta guerra,
implantando en España la dinastía Borbón y gobernando bajo el nombre de Felipe
V.
Este enfrentamiento por la corona
española era la oportunidad esperada por los ingleses, que decidieron apoyar al
archiduque Carlos. Poco a poco los ingleses tejieron una tela de araña por toda
Europa para aislar al rey Sol, al rey francés. Los borbones se quedaron solos.
Pero ¿Qué pretendían los ingleses? Sencillamente hacerse con la hegemonía,
convertirse en la gran potencia mundial. Igual que podemos afirmar que en el
s.XX la hegemonía mundial correspondía a aquellos países que poseían la
capacidad nuclear, en pleno s.XVIII, esa hegemonía se conseguía controlando los
mares. Quién controlaba el mar, quien poseía la mejor flota, quien tenía mas
puertos comerciales, era el amo del mundo. En ese propósito inglés de
convertirse en la potencia hegemónica, arrinconar a España y controlar de
alguna forma el estrecho de Gibraltar, las puertas del Mediterráneo, era
fundamental.
En plena contienda, ya proclamados
ambos aspirantes como reyes por sus partidarios, se produce el hecho que
conducirá a la inesperada conquista de Gibraltar, tan inesperada que ni los
propios ingleses la contemplaban. Todos los avatares que conducirán finalmente
a la toma de Gibraltar serán protagonizados por una flota inglesa, reforzada
por Holanda, y constituida por 61 navíos de guerra, que sumaban mas de 25000
hombres. Esta enorme flota estaba dirigida por el almirante inglés George
Rooke. El objetivo de esta enorme flota era la conquista de una importante
ciudad costera española, para, a partir de ahí, iniciar la conquista de España
en nombre del pretendiente austríaco, al que sus partidarios ya llamaban Carlos
III. Una evidencia que a todos nos salta a la vista, es que, si el objetivo de
los ingleses hubiera sido invadir Gibraltar, no hubieran enviado a 25000
hombres y mas de sesenta navíos de guerra: probablemente con 5 ó 6 hubieran
tenido suficiente.
Como hemos dicho, este era el
propósito inicial, conquistar una gran ciudad costera, y, entre todas ellas, la
presa predilecta de los ingleses, la ciudad que siempre habían deseado, por la
que siempre habían suspirado y que habían intentado conquistar en varias
ocasiones: Cádiz. Y ¿qué tenía Cádiz? Cádiz era el cordón umbilical que
alimentaba las finanzas de toda la monarquía hispánica. Sin Cádiz, España se
quedaba sin dinero. Pero el almirante inglés rehúsa ni tan siquiera iniciar el
combate contra Cádiz al considerar que no tiene suficientes hombres, e inicia
un largo periplo sin ningún objetivo definido.
Fijaos que he dicho una importante
ciudad costera, y de hecho lo intentaron, iniciando una larga peregrinación
marítima: primero fue Barcelona, pero fueron rechazados, después lo intentaron,
a la par que descendían por el Mediterráneo, con Castellón y con Valencia, pero
también fracasaron. Finalmente pusieron rumbo al sur, buscando esa ciudad que
conquistar. Estuvieron patrullando las aguas atlánticas durante todo el mes de
junio sin nada que hacer, hasta que acabaron fijándose en Málaga: pero la
misión también fue imposible. Los ingleses decidieron esperar en las aguas del
estrecho a que apareciera la oportunidad de atacar Cádiz, pero las cosas comenzaron
a no ir bien: tanto tiempo embarcados sin directrices claras provocó que los
nervios empezaran a aflorar. El nerviosismo ante la incapacidad de poner un pie
en tierra española era palpable y retrasaba los planes de guerra. El hastío de
la marinería, complementado con las dificultades de encontrar puertos donde
avituallarse de agua y comida, hicieron que el tedio, esa sensación de no tener
nada que hacer, se adueñara de todos los integrantes de la flota. Y esta va a
ser, precisamente, y aunque no os lo creáis, la clave de la conquista de
Gibraltar: el aburrimiento.
Finalmente, la flota recaló cerca de
Tetuán casi por casualidad. En esos días de finales de julio, se produjo una
reunión entre el general austríaco y el almirante inglés, sin saber qué hacer,
o mejor dicho sin nada que hacer, completamente aburridos de dar vueltas arriba
y abajo del Mediterráneo, barajan la conquista de Sanlúcar de Barrameda o la de
Mahón, o de cualquier otro lado, pero la conclusión es que lo más fácil sería
la conquista de una pequeña plaza, prácticamente desconocida, y que sabían que
estaba desguarnecida: Gibraltar. Vamos a leer un extracto de la resolución de
esa reunión, y que dice así:
Puesto que llegamos a la conclusión
de que el ataque contra Cádiz es impracticable con alguna
perspectiva o esperanza de éxito sin un ejército que coopere con la flota, desembarcaremos a nuestras fuerzas de desembarco, inglesas y holandesas,
bajo el mando del príncipe de Hesse, en la bahía de Gibraltar, ( … ), al
mismo tiempo que bombardeamos y cañoneamos la plaza desde nuestras naves …
Y así llegamos al día clave.
Situémonos, son las primeras horas del día 1 de agosto de 1704, cuando la flota
inglesa del almirante Rooke entra en las aguas de la bahía de Algeciras,
formando las naves en línea frente a la ciudad de Gibraltar. Según sabemos, los
vigías que estaban apostados en la plaza de Gibraltar, vieron la enorme flota,
pero lo tomaron con distensión, en definitiva, en esos días de guerra, no era extraño
ver flotas que iban y venían, y jamás podían imaginar que el objetivo eran
ellos. Todo está listo. Pero, ¿Cómo era la Gibraltar española de 1704? Era una
pequeña ciudad, con tan solo 1200 casas y 4000 habitantes, que se dedicaban
principalmente a la pesca, la agricultura y el comercio. La ciudad, sin ningún
valor especial, estaba mal defendida, ya que solo contaba con 100 cañones y una
guarnición de 80 hombres. Remarquemos este dato, 80 soldados españoles contra
25000 ingleses y holandeses. Al final fueron algo mas, porque cuando el
gobernador de la ciudad, Diego de Salinas, es consciente de que les van a
atacar recluta a muchos vecinos, hasta formar un contingente de 470 hombres.
La flota anglo-holandesa entrando en la bahía de Gibraltar
¿Cómo se produce el desenlace? Algunos
buques ingleses comienzan a realizar disparos intimidatorios, a la par que
envían algunos mensajeros a parlamentar con el gobernador, al que entregan una
carta, presuntamente del aspirante al trono Carlos III, en la que le reclaman que
entregue la ciudad. Y ahora, lo mas inaudito, que es la respuesta española a
ese ultimátum. Digamos que una respuesta muy española: a la par bravucona y
orgullosa, casi suicida… pero es que siempre fuimos muy hidalgos… y, perdonad
por la expresión, algo idiotas:
Dice así la respuesta española:
Esta ciudad, habiendo recibido carta de su excelencia de fecha de hoy, responde: que ha jurado al señor don Felipe V como a su rey y señor natural y como corresponde a sus fieles y leales vasallos, sacrificaremos nuestras vidas en defensa suya, y así será con esta ciudad y sus habitantes: no tenemos nada que añadir sobre el tema.
Tras recibir la contestación, la escuadra inglesa deja transcurrir el día 2 y 3, a la espera de acontecimientos. Finalmente envían una nueva carta, en la que ahora sí, dan media hora para entregar la ciudad. Como los gibraltareños vuelven a negarse, a las 5 de la mañana del cuatro de agosto, los ingleses iniciaron un bombardeo inmisericorde durante 6 horas, disparando 28000 balas de cañón y centenares de bombas incendiarias. Ante la masacre, mujeres, niños y ancianos corrieron a refugiarse en las ermitas. En una primera oleada 700 soldados ingleses desembarcaron en la costa de Gibraltar. La defensa, como era de prever, era insostenible y finalmente el gobernador capituló y enarboló la bandera blanca. La Gibraltar española se rendía. Lo mas curioso es que el almirante inglés tomó la ciudad en nombre del pretendiente a la corona Carlos III, y que buscó en los alrededores tropas carlistas que se hicieran con la ciudad, pero no fue capaz de encontrar un solo soldado, ante lo cual, decidió tomar la ciudad definitivamente en nombre la reina Ana de Inglaterra.
A partir de ese momento, los ingleses dejaron 1800 soldados para controlar la ciudad. Estos soldados provocaron tumultos por doquier, asaltaron viviendas, profanaron las ermitas, violentaron a las mujeres, … la convivencia era una hoguera en llamas, y es entonces, cuando los habitantes de Gibraltar deciden exiliarse, marcharse para siempre, dejando Gibraltar completamente abandonada.
La guerra de sucesión daría muchas vueltas hasta 1713. Nueve años después de la toma de Gibraltar, en ese año de 1713, se producirá la firma del famosísimo Tratado de Utrech, en el que España entrega definitivamente Gibraltar y Menorca a los ingleses, a cambio de algo, no os vayáis a pensar, … a cambio de que la reina inglesa reconozca definitivamente al Borbón, Felipe V, como rey de España.
Sí que es importante que conozcáis que este Tratado de Utrech, tiene un artículo, el 10, que todavía de vez en cuando oiréis a algún político actual llevárselo a la boca, porque este artículo, es el artículo de la discordia, ya que los ingleses lo interpretan de una forma y los españoles de otra.
Dice así:
El rey católico (…) cede a la corona de Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, y las defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad para que la tenga (…) para siempre (…) pero (y esto es lo importante) sin jurisdicción alguna territorial.
Y es en este “sin jurisdicción alguna territorial” donde se produce el debate, … pero, esa es otra historia.
Firma del Tratado de Utrech y comienzo del artículo 10
Como estamos en anécdotas de la historia, acabemos con una de lo mas curiosa sobre el Tratado de Utrech. El gobierno español ha reclamado insistentemente la no vigencia del tratado de Utrech, con la intención de dejar en papel mojado este famoso artículo X que entregaba Gibraltar a Inglaterra. Pero, ay amigos! Nadie ha reparado que con el fin de este tratado también se suprimiría el artículo XII, donde la reina de Inglaterra entregaba la soberanía de Cataluña al Reino de España. Y la reflexión es: si se aboliera el tratado de Utrech, Cataluña, legítimamente, podría reclamar, ahora sí, con base legal, su independencia.
Y por último, hagamos un sucinto resumen: fijaos en perspectiva después de lo que hemos contado, en esta enorme anécdota histórica, en esta paradoja realmente surrealista: el origen del conflicto de Gibraltar que ha marcado durante 300 años la historia de nuestro país, que ha provocado el éxodo de miles personas, que ha causado centenares de muertes a lo largo de los siglos, miseria, hambre, rupturas familiares, dolor … estuvo en algo tan insignificante, tan liviano, tan intrascendente … tan humano como el simple aburrimiento de un grupo de marineros ingleses.
Este artículo ha sido realizado a partir de la consulta de los siguientes documentos:
- El libro El Estrecho, treinta siglos de historia en Gibraltar, de Joaquín Cestino y publicado en la editorial Arguval.
Un libro raro, porque el cómic histórico es un género prácticamente inexistente: se titula Gibraltar, 1704. El último día, de Esteban Alcántara.
- Documental de Canal Historia: El conflicto de Gibraltar
- Tesis doctoral de Concepción Anguita Olmedo: La cuestión de Gibraltar: orígenes del problema y propuestas de restitución (1704-1900)
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